De herbívoros a totalitarios
(Por Federico N. Fernández)
El año pasado, a propósito de un congreso acerca del filósofo Karl Popper, tuve la oportunidad de conocer una de las ciudades más bellas de Europa: Praga.
Dicha ciudad, al igual que Berlín, tiene el extraño privilegio de simbolizar en sí misma el estrepitoso fracaso comunista. Sucede que la capital de la República Checa no sólo pone en evidencia las calamidades sociales y políticas de la “era soviética” sino también señala hasta el fracaso estético del comunismo.
Perdiéndome por sus espléndidos rincones, sólo pude observar tres edificaciones disonantes del resto de la ciudad, las cuales –ciertamente- se destacaban por lo grotescas. ¿Qué característica tenían en común? Todas forman parte del “legado arquitectónico” de los años soviéticos. La primera de ellas se trata de un edifico que pretende ser un “rascacielos”, cuya arquitectura es vomitivamente stalinista. El segundo conforma un monumento al humor negro y al cinismo tan característicos del comunismo: me refiero al edificio que albergaba al “parlamento” checo. Finalmente, en el finísimo barrio de Josefov uno se topa con una gigantesca “caja de zapatos” que se sitúa a orillas del Vlatava antecediendo a un magnífico puente art nouveau.
Afortunadamente para Praga (a decir verdad, para la humanidad en su conjunto) las horripilantes construcciones comunistas ya no son el testimonio de la opresión moscovita sino que simbolizan el progreso y el cambio. De forma que el rascacielos stalinista es actualmente un hotel “Crowne Plaza”, mientras que la “caja” es un “Intercontinental”. Por su parte, el pseudo-parlamento fue convertido por el presidente Vaclav Havel en la sede de Radio Free Europe, aquella misma que miles de disidentes escuchaban clandestinamente durante la dictadura comunista.
Ante el renacimiento de toda Europa del Este, qué penoso resultan entonces las actitudes de nuestro “progresismo” vernáculo, que con mentalidad precámbrica, sigue glorificando a los asesinos totalitarios. Pues en mi ciudad (Rosario), y con el auspicio financiero y el aval político de la municipalidad y la provincia, se celebrará con bombos y platillos el “cumpleaños” número ochenta del “Che” Guevara. Los festejos ya cuentan con la participación confirmada del intendente Lifschitz y del gobernador Binner y, entre las actividades, se proyecta inaugurar un monumento al “Che” en una plaza rosarina.
Pese a que los ingenuos (y los interesados) lo hayan denominado como un socialismo herbívoro y aggiornado, los gobernantes de Santa Fe no han vacilado siquiera un instante en mostrar su faceta más atávica y reaccionaria. Llevan así adelante un psicodrama patético y anacrónico, motorizado por entusiasmos histéricos ante la figura de un apologista del odio que admiraba al carnicero Stalin.
Es muy depresivo darse cuenta que al mismo tiempo que quienes fueron diezmados y oprimidos durante décadas por el totalitarismo comunista se ponen de pie, hecho que se ve simbolizado por Praga y sus transformaciones, los que nos gobiernan a nosotros sigan sometidos a taras mentales y falsos idealismos. Cuando la sombra comunista se desvanece en Europa, y hasta sus espantosas construcciones mutan en formas no ajenas a la fina ironía histórica, en la segunda ciudad de nuestro país se erige un monumento para conmemorar el natalicio de un psicópata stalinista.
El año pasado, a propósito de un congreso acerca del filósofo Karl Popper, tuve la oportunidad de conocer una de las ciudades más bellas de Europa: Praga.
Dicha ciudad, al igual que Berlín, tiene el extraño privilegio de simbolizar en sí misma el estrepitoso fracaso comunista. Sucede que la capital de la República Checa no sólo pone en evidencia las calamidades sociales y políticas de la “era soviética” sino también señala hasta el fracaso estético del comunismo.
Perdiéndome por sus espléndidos rincones, sólo pude observar tres edificaciones disonantes del resto de la ciudad, las cuales –ciertamente- se destacaban por lo grotescas. ¿Qué característica tenían en común? Todas forman parte del “legado arquitectónico” de los años soviéticos. La primera de ellas se trata de un edifico que pretende ser un “rascacielos”, cuya arquitectura es vomitivamente stalinista. El segundo conforma un monumento al humor negro y al cinismo tan característicos del comunismo: me refiero al edificio que albergaba al “parlamento” checo. Finalmente, en el finísimo barrio de Josefov uno se topa con una gigantesca “caja de zapatos” que se sitúa a orillas del Vlatava antecediendo a un magnífico puente art nouveau.
Afortunadamente para Praga (a decir verdad, para la humanidad en su conjunto) las horripilantes construcciones comunistas ya no son el testimonio de la opresión moscovita sino que simbolizan el progreso y el cambio. De forma que el rascacielos stalinista es actualmente un hotel “Crowne Plaza”, mientras que la “caja” es un “Intercontinental”. Por su parte, el pseudo-parlamento fue convertido por el presidente Vaclav Havel en la sede de Radio Free Europe, aquella misma que miles de disidentes escuchaban clandestinamente durante la dictadura comunista.
Ante el renacimiento de toda Europa del Este, qué penoso resultan entonces las actitudes de nuestro “progresismo” vernáculo, que con mentalidad precámbrica, sigue glorificando a los asesinos totalitarios. Pues en mi ciudad (Rosario), y con el auspicio financiero y el aval político de la municipalidad y la provincia, se celebrará con bombos y platillos el “cumpleaños” número ochenta del “Che” Guevara. Los festejos ya cuentan con la participación confirmada del intendente Lifschitz y del gobernador Binner y, entre las actividades, se proyecta inaugurar un monumento al “Che” en una plaza rosarina.
Pese a que los ingenuos (y los interesados) lo hayan denominado como un socialismo herbívoro y aggiornado, los gobernantes de Santa Fe no han vacilado siquiera un instante en mostrar su faceta más atávica y reaccionaria. Llevan así adelante un psicodrama patético y anacrónico, motorizado por entusiasmos histéricos ante la figura de un apologista del odio que admiraba al carnicero Stalin.
Es muy depresivo darse cuenta que al mismo tiempo que quienes fueron diezmados y oprimidos durante décadas por el totalitarismo comunista se ponen de pie, hecho que se ve simbolizado por Praga y sus transformaciones, los que nos gobiernan a nosotros sigan sometidos a taras mentales y falsos idealismos. Cuando la sombra comunista se desvanece en Europa, y hasta sus espantosas construcciones mutan en formas no ajenas a la fina ironía histórica, en la segunda ciudad de nuestro país se erige un monumento para conmemorar el natalicio de un psicópata stalinista.
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