A través de los muchachos de Blogbis (digo "muchachos" porque son varios co-bloggers, no por sus simpatías políticas) dí con este artículo del gran James Neilson, quien quizás sea el mejor periodista que tenemos en nuestro país.
Me pareció muy interesante este pasaje: "No se equivocan por completo quienes insisten en que el terrorismo islamista es fruto de la pobreza extrema y de la marginación de centenares de millones de personas. Lo es no porque los pobres y marginados hayan optado por el terrorismo sino porque muchos musulmanes inteligentes y relativamente bien instruidos se sienten tan humillados por el atraso patente de las sociedades que según su credo deberían reinar sobre el mundo que se entregan a teorías conspirativas según las cuales son víctimas del imperialismo diabólico de los despreciados "hijos de monos y cerdos" que fueron vituperados en el Corán, o sea, de los cristianos y judíos, y por lo tanto no tienen más alternativa que la de procurar exterminarlos por los medios que fueran. Los países musulmanes seguirán exportando el terrorismo hasta que se hayan modernizado, lo que no ocurrirá hasta que el Islam se haya despolitizado para recluirse en la esfera privada" (la nota completa la pueden hallar aquí).
Justo hace un par de noches terminé de leer "The crisis of Islam", de Bernard Lewis. Allí, el autor propone una división de los musulmanes en tres variantes (en lo que refiere a su relación con Occidente): 1) quienes lo detestan y están completamente radicalizados (p.e.: Khomeini, bin Laden); 2) quienes, si bien no creen que Occidente sea un paraiso y critican muchos de sus aspectos, consideran que sí posee muchas cualidades, las cuales deberían ser adoptadas por sus propias sociedades y; 3) quienes ven en Occidente a una entidad muy poderosa económica y militarmente y proponen treguas temporales tácticas, aunque en el fondo lo deploran y desean verlo sometido bajo el "califato universal". Lewis advierte que mucho bien pensante, europeos especialmente, no cesan de tomar al caso 3 por el 2, lo que constituye un equívoco muy peligroso. Además, si bien el autor no subscribe en esta obra una identificación absoluta del Islam con el fanatismo, sí observa que las posiciones 1 y 3 están más extendidas que nunca en las sociedades islámicas, en buena parte debido a su propio y cada vez más palpable fracaso (como también destaca Neilson en el artículo de arriba).
El Islam, a diferencia del cristianismo, ha sido siempre una religión belicosa hacia a afuera. La Cristiandad, con la excepción de las Cruzadas, fue siempre más propensa a los conflictos internos: cismas, persecución de herejías, reforma y contrarreforma, etc. El Islam, en cambio, sin dudas debe ser la religión con más enfrentamientos a lo largo de la historia con las otras denominaciones religiosas. A lo que se suma hoy el "problema" de que los musulmanes enfrentados a Occidente no encuentran un contrapeso de éste con quien sumar fuerzas: primero la Alemania nazi y luego el comunismo soviético ocuparon el rol de "aliado". Hoy dichos poderes ya no existen. Por tanto el fanatismo no tiene otra salida más que la de llevar adelante por sí mismo sus propias guerras. Y qué mejor arma que las del hombre-bomba (figura que llama la atención por dos cosas: primero como metáfora de sociedades fracasadas y segundo como flagrante violación de los preceptos coránicos, que prohíben tajantemente el suicidio).
Con el fanatismo y el resentimiento anti-occidental en un punto tan alto, con sociedades cuya miseria es tan profunda como los pozos petroleros, con las "facilidades" que la globalización brinda al terrorismo y, hay que decirlo, con millones de creyentes de una religión que se propone la dominación política global, no parece que el conflicto con el que comenzó el siglo XXI vaya a tener una rápida solución. Nos guste o no, es lo que nos tocó...
Me pareció muy interesante este pasaje: "No se equivocan por completo quienes insisten en que el terrorismo islamista es fruto de la pobreza extrema y de la marginación de centenares de millones de personas. Lo es no porque los pobres y marginados hayan optado por el terrorismo sino porque muchos musulmanes inteligentes y relativamente bien instruidos se sienten tan humillados por el atraso patente de las sociedades que según su credo deberían reinar sobre el mundo que se entregan a teorías conspirativas según las cuales son víctimas del imperialismo diabólico de los despreciados "hijos de monos y cerdos" que fueron vituperados en el Corán, o sea, de los cristianos y judíos, y por lo tanto no tienen más alternativa que la de procurar exterminarlos por los medios que fueran. Los países musulmanes seguirán exportando el terrorismo hasta que se hayan modernizado, lo que no ocurrirá hasta que el Islam se haya despolitizado para recluirse en la esfera privada" (la nota completa la pueden hallar aquí).
Justo hace un par de noches terminé de leer "The crisis of Islam", de Bernard Lewis. Allí, el autor propone una división de los musulmanes en tres variantes (en lo que refiere a su relación con Occidente): 1) quienes lo detestan y están completamente radicalizados (p.e.: Khomeini, bin Laden); 2) quienes, si bien no creen que Occidente sea un paraiso y critican muchos de sus aspectos, consideran que sí posee muchas cualidades, las cuales deberían ser adoptadas por sus propias sociedades y; 3) quienes ven en Occidente a una entidad muy poderosa económica y militarmente y proponen treguas temporales tácticas, aunque en el fondo lo deploran y desean verlo sometido bajo el "califato universal". Lewis advierte que mucho bien pensante, europeos especialmente, no cesan de tomar al caso 3 por el 2, lo que constituye un equívoco muy peligroso. Además, si bien el autor no subscribe en esta obra una identificación absoluta del Islam con el fanatismo, sí observa que las posiciones 1 y 3 están más extendidas que nunca en las sociedades islámicas, en buena parte debido a su propio y cada vez más palpable fracaso (como también destaca Neilson en el artículo de arriba).
El Islam, a diferencia del cristianismo, ha sido siempre una religión belicosa hacia a afuera. La Cristiandad, con la excepción de las Cruzadas, fue siempre más propensa a los conflictos internos: cismas, persecución de herejías, reforma y contrarreforma, etc. El Islam, en cambio, sin dudas debe ser la religión con más enfrentamientos a lo largo de la historia con las otras denominaciones religiosas. A lo que se suma hoy el "problema" de que los musulmanes enfrentados a Occidente no encuentran un contrapeso de éste con quien sumar fuerzas: primero la Alemania nazi y luego el comunismo soviético ocuparon el rol de "aliado". Hoy dichos poderes ya no existen. Por tanto el fanatismo no tiene otra salida más que la de llevar adelante por sí mismo sus propias guerras. Y qué mejor arma que las del hombre-bomba (figura que llama la atención por dos cosas: primero como metáfora de sociedades fracasadas y segundo como flagrante violación de los preceptos coránicos, que prohíben tajantemente el suicidio).
Con el fanatismo y el resentimiento anti-occidental en un punto tan alto, con sociedades cuya miseria es tan profunda como los pozos petroleros, con las "facilidades" que la globalización brinda al terrorismo y, hay que decirlo, con millones de creyentes de una religión que se propone la dominación política global, no parece que el conflicto con el que comenzó el siglo XXI vaya a tener una rápida solución. Nos guste o no, es lo que nos tocó...
2 comments:
Seria interesante hacer una lista de crimines de guerra y atrocidades cometidas en occidente antes de criticar a oriente.
http://www.lewrockwell.com/roberts/roberts231.html
Querido Juan, una cosa no quita la otra, ¿no?
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