Amor con amor se paga
Por Jesús Higueras
Ser cristiano en vacaciones es probablemente uno de los retos más difíciles que se plantea el creyente. Descansar forma parte de las obligaciones que Dios nos recomienda, pero Semana Santa supone para los cristianos un descanso diferente, ya que en estos días vamos a celebrar el acontecimiento más importante de la historia de la humanidad: la Pasión, Muerte y Resurrección del Salvador del mundo, Jesús de Nazaret.
Para nosotros no es un mero recuerdo, pues la Iglesia cree que es capaz de Dios de hacer presente en nuestro hoy lo que entonces aconteció. La participación en la Pascua de Jesús es para todos nosotros fuente de descanso y de vida, ya que por su muerte redentora el Señor se hizo cargo de todas nuestras culpas, que tantas veces nos atormentan porque no sabemos entregárselas a Aquel que las compró derramando su preciosa Sangre.
Olvidar esto es olvidar nuestra propia identidad, pues todos nacimos del costado abierto del Salvador. Por más que busquemos descanso en las playas, en los pueblos o en las montañas, si no encontramos el verdadero descanso en nuestra conciencia que ha quedado libre por Jesucristo, seguiremos arrastrando un cansancio interior, un hastío que sólo puede terminar cuando reconozcamos a Jesús como salvador. El Señor nos dice «venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré». ¿Cómo conseguir ese descanso en Cristo? Simplemente dedicándole estos días un poco más de nuestro tiempo, sentándonos en la escuela de la Cruz y aprendiendo poco a poco cuánto amor debe tenernos Dios para entregarnos a lo más precioso que tiene: su Hijo Único. Pero es importante recordar que no podemos ser meros espectadores de la Pasión, ya que ésta sigue sucediendo en cada historia humana que queda truncada por el dolor, y Cristo espera que le acompañemos y consolemos en aquellos en los que Él sigue crucificado. Así pues, somos invitados estos días a contemplar, con sosiego, el rostro de quien se entregó por nosotros. Amor con amor se paga.
Por Jesús Higueras
Ser cristiano en vacaciones es probablemente uno de los retos más difíciles que se plantea el creyente. Descansar forma parte de las obligaciones que Dios nos recomienda, pero Semana Santa supone para los cristianos un descanso diferente, ya que en estos días vamos a celebrar el acontecimiento más importante de la historia de la humanidad: la Pasión, Muerte y Resurrección del Salvador del mundo, Jesús de Nazaret.
Para nosotros no es un mero recuerdo, pues la Iglesia cree que es capaz de Dios de hacer presente en nuestro hoy lo que entonces aconteció. La participación en la Pascua de Jesús es para todos nosotros fuente de descanso y de vida, ya que por su muerte redentora el Señor se hizo cargo de todas nuestras culpas, que tantas veces nos atormentan porque no sabemos entregárselas a Aquel que las compró derramando su preciosa Sangre.
Olvidar esto es olvidar nuestra propia identidad, pues todos nacimos del costado abierto del Salvador. Por más que busquemos descanso en las playas, en los pueblos o en las montañas, si no encontramos el verdadero descanso en nuestra conciencia que ha quedado libre por Jesucristo, seguiremos arrastrando un cansancio interior, un hastío que sólo puede terminar cuando reconozcamos a Jesús como salvador. El Señor nos dice «venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré». ¿Cómo conseguir ese descanso en Cristo? Simplemente dedicándole estos días un poco más de nuestro tiempo, sentándonos en la escuela de la Cruz y aprendiendo poco a poco cuánto amor debe tenernos Dios para entregarnos a lo más precioso que tiene: su Hijo Único. Pero es importante recordar que no podemos ser meros espectadores de la Pasión, ya que ésta sigue sucediendo en cada historia humana que queda truncada por el dolor, y Cristo espera que le acompañemos y consolemos en aquellos en los que Él sigue crucificado. Así pues, somos invitados estos días a contemplar, con sosiego, el rostro de quien se entregó por nosotros. Amor con amor se paga.
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